miércoles, 30 de diciembre de 2015

Balance de daños - Bye bye 2015

365 días, con sus 24 horas cada uno.
Ha pasado otro año más y llega el momento de hacer balance. Y este año toca hacerle de daños.
Dos mil quince daños, y más. No vas a ser un año que recuerde por lo bueno que fue, aunque no todo han sido malas noticias.

Primero llegando al hospital, con mi carita pálida gritando en silencio “Novata en prácticas” y mis manos patosas cortándose con las ampollas al cargar la medicación. Comencé a saber allá por Febrero lo que iba a ser mi profesión, y tras dudas, vueltas en la cama y docenas de noches comentándolo con la almohada (que sospecho que aún les queda mucho para acabar) la verdad es que no me arrepiento de haber hecho esta elección ya cuatro años atrás. Y cada día que pasa estoy más convencida de que es la decisión correcta.

Pasaban los meses y crecía mi sed de escenario. Cada día que pasaba tenía (y tengo) más claro que nací para subirme a uno y romper al público en llantos y risas, y deleitar sus tímpanos con mi esfuerzo, aún entre rejas. Y cada día que pasa mi subconsciente me dice “Inés, tenemos que practicar esto”.

Y ahora recibo la noticia: “Inés, te vas de Erasmus.” Mil dudas, toneladas de ganas y millones de papeles, trámites y firmas que recoger. Sinceramente, un gran trabajo. Y no voy a negar que hay veces que se me quitaban las ganas de disfrutar de esta oportunidad, pero tiraba del carro porque sabía que iba a cambiar mi vida.

Después de eso llegaron unos meses negros, que confío en que van a ser unos de los peores de mi vida. Y que ahí se queden. Demasiadas cosas en mi mente y mi cabeza a punto de explotar. Varios sustos, varias malas suertes. Lágrimas y rabia contenidos que un día decidieron salir a flote (Y menos mal, no sé qué habría sido de mi de no ser así).
Pero también alegría. Una boda, una oportunidad de trabajo cerca (pero a la otra punta del mundo) y la puesta en la normalidad de los sustos anteriores.

Llega el verano. Y con él mi primer trabajo. Y no es ni más ni menos que de monitora, con un grupo de chavales qué OH DIOS les doy las gracias por lo bien que me lo pude pasar esa semana. Me quitaban todas las penas, agobios y trazas que podía tener en mente. En serio chicos, si me leéis, enhorabuena por ser así. No cambiéis y nunca se os ocurra dejar la música.
No podía haber un comienzo de verano mejor. Mini vacaciones en nuestro lago casi-privado en Villabea (A quienes tengo que agradecer más que todo por estos cuatro años, y sobre todo por esas vacaciones).

Y vuelta al pueblo. Se me llenaba la habitación de proyectos sin tiempo para ser realizados. Y se convertían en papeles dentro de una libreta que a saber dónde está ahora.

El verano pasaba y no era como lo había imaginado. Estaba teniendo demasiado tiempo para mi… y eso era raro. Todas nuestras vidas habían pegado una voltereta drástica y cada una estaba empezando su camino por separado. Pero nunca dejábamos de vernos, a veces unas y a veces otras.
El verano acaba y con ello otro contrato. Esta vez en otro idioma (preparándome para lo que me esperaba los próximos 5 meses).

Cumplo 21. Mi complejo de Peter Pan me azota en la cara cual bofetada y me niego a crecer. Pero hay unas personas que lo convierten en la celebración que cualquiera querría. Y con una gran sorpresa, pues la aventura que me esperaba era de gran calibre y no podía irme sin un recuerdo. Y lloré. Lloré mucho. Y antes no lo había hecho. Ahora supongo que era porque sabía que no volvería a ser nada igual. O al menos yo no lo iba a ser.
Llega el esperado viaje. Cinco horas en coche interminables. Sin haber dormido, me invade mi carcolepsia y caigo rendida al poco de partir. Y llego allí, a mi nuevo hogar. No duermo ni gota esa noche y me preocupa que el  problema sea la cama (Seré idiota). Nerviosa, estoy nerviosa como nunca, incluso hasta después de la despedida. Y ahí, vuelvo a llorar. No me acuerdo de cómo me sentía, porque probablemente estuviera totalmente insensible gracias a los nervios.

Y al día siguiente es cuando me doy cuenta de que allí estoy, con una nueva vida, gente nueva y todo (Literalmente, todo) es nuevo. Me pierdo, pero me ha caído la suerte de tener gente en casa gente con la que me encuentro. Y aún no ha terminado, pero de antemano les doy las gracias. Tanto a ellos como a todas y cada una de las personas que he conocido en Coimbra. Tanto si ha sido para bien, para mal o para regular. O para ahora bien y ahora mal y luego ya se verá. Gracias, Erasmus Crew.

Primero llega la incertidumbre, después la morriña, y justo a tiempo las visitas. Lo que echas de menos ya lo tienes cerca y sin querer y de improvisto, te acercan a todo lo demás que echabas de menos. Y el que no viene a verte, si de verdad importas, te llama. Cómo no echar de menos esa vocecilla que suena a través del altavoz que casi no la oyes pero haces esfuerzos máximos para escucharla y apoyarla. Gracias a ti también.

Es un cúmulo tal de sentimientos y emociones que no sabes qué sentir, por quién sentirlo, ni tan siquiera por qué sentir. Quiero decir, para qué preocuparse, estás de Erasmus.

Lo más importante que he aprendido.
Y vuelvo a casa, al frío de Castilla pero al calor del hogar (Literal, ese placer de poner el culo enfrente de la lumbre en Coimbra no existe). Y me centro para conseguir hacer este balance de dañ… digo del año.

Pues, al fin y al cabo no ha ido tan mal: He aprendido a convivir con gente totalmente diferente a mí, he aprendido idiomas, a beber con la mano izquierda (o si no “¡Penalti!”), a perder gente y a ganar confianza, a que no todo siempre va a ser igual, que las cosas cambian por naturaleza innata y la gente lo hace con ellas.

Pero lo más importante es que he aprendido a ser mejor, más y muy yo.

Lo único que quiero es que no te repitas. Yo ya estoy esperando al 2016  con los brazos abiertos, las uvas en el plato y el champán en la copa. No hagas de las tuyas en las 24 horas de vida que te quedan.

Gracias 2015 por haber pasado sin daños demasiado colaterales.

Gracias vida por enseñarme tanto.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Lo peor es que lo sabes.

Te va a seguir gustando, y lo sabes.

Te va a seguir provocando esa sensación de vuelo sin levantar los pies del suelo.
Va a hacerte reír como una loca con cualquiera de sus gilipolleces y vas a seguir cayendo por el precipicio cada vez que le veas.

Cada mirada va a ser como la primera, hasta dentro y más allá. Pero sin esa inocencia.
Cada beso va a provocar esa espiral en tu estómago que te haga perder las riendas de tu vida mientras vuestros labios se estén fundiendo.
Cada vez que te toque, tu piel va a entrar en ebullición y la recorrerán aquellos escalofríos de quinceañera con el primer amor.
Cada vez que os veáis te van a temblar las piernas y vas a sentir que no hay mundo más allá de él.
Cada vez que su cara invada tu mente vas a querer salir corriendo a dónde esté. No importa si en tren, barco, avión o bicicleta.
Cada vez que le veas con otra vas a querer morirte de celos. Ira. Rabia. Furia. Destrucción y relax.

Lo peor de todo esto es que nunca va a acabar.


Y lo que es aún peor es que lo sabes.

(Obrigada, L)

viernes, 9 de octubre de 2015

Uma vez Coimbra...

Un mes. Sólo ha pasado un mes y siento este sitio como mi hogar. Una perfecta combinación entre libertad, belleza y nostalgia. Si nostalgia, la empiezas a sentir casi antes de darte cuenta de que estás aquí.

En cada brindis brindamos por nosotros, por nuestro erasmus, por los mejores meses de nuestra vida... pero lo que no sabemos es que en realidad brindamos por esta ciudad. Ese sentimiento que te da la vuelta a tu forma de mirar las cosas. Hay gente que tiene la oportunidad y no la aprovecha lo suficiente... o mejor, digamos lo necesario. Mi caso no es ese.

Treinta días. Treinta días de subidas y bajadas (literalmente, Coimbra tiene más cuestas de las que os podéis imaginar). Treinta días de paseos nocturnos. De hincharnos con los pasteles regionales (Es imposible parar). De asombrarte con todo lo que te rodea. De apreciar todos y cada uno de los pequeños rincones que vas descubriendo. De darte cuenta de que ésto no es sólo salir, conocer gente y "estudiar".

Esto es elegir una familia, hacer millones de planes y beber a su salud. Esto es crear unos lazos tan fuertes que, espero, el tiempo no pueda borrar. Esto es descubrirte a ti mismo, descubrir culturas e intercambiar lo tuyo con lo suyo. Esto es cenar cosas tan diferentes que realmente creo que mi paladar se va a volver prodigioso. Es hablar tres o cuatro idiomas en la misma conversación, y como consecuencia hacerte un caos mental en el que no sabes ni hablar tu propio idioma.



Esto es enamorarte. De ti mismo y de la gente que te rodea, porque ¿cómo se puede ser tan genial?

Porque Coimbra, apenas te conozco, pero sé que siempre vas a estar muy presente en mi corazón.

SAÚDE!

viernes, 11 de septiembre de 2015

Erasmus, dulce erasmus.

Uno. Dos. Tres.

Eso fue lo que conté antes de cruzar la puerta de mi nuevo piso ayer. Aquí voy a vivir los 4 meses más geniales de mi vida (o así me los han pintado). Un erasmus. Cuando resuena esa palabra en mi cabeza cada vez suena mejor.

“Erasmus… erasmus”

Hace un par de meses, o incluso un par de semanas no era consciente de lo que me iba a pasar, y creo que aquí, de frente a ello, tampoco tengo mucha idea de lo que es. Es el primer dia, si, muchos me lo dicen. Pero es difícil. No quiero reducir mi espacio vital a mi habitación. Quiero no ponerle límites y que toda esta ciudad se convierta en mi hogar. Pronto, muy pronto.

Sinceramente, me lo estoy tomando como los últimos días de mi vida hasta ahora. Espero cambiar, y que me cambien. Influir en que otros cambien y que todo esto sea un cambio para bien que nunca se eche para atrás.

El primer día si, se necesita espacio. Trabas con los papeles, despedidas, probablemente echas de menos tu casa, tu familia, tus amigos. Te recluyes en tu habitación a deshacer las maletas intentando suplir esa falta de comodidad.  Comes, te echas la siesta para hacer tiempo (y porque anoche no dormiste ni un minuto) y te preparas para salir.

Ahora sí que sientes que vas a empezar a ser un Erasmus de verdad. Veamos a ver como se da.

Que comience la aventura.

sábado, 8 de agosto de 2015

Recomenzar.

Pasan días, meses e incluso años sin pensar en nosotros mismos.
En lo que queremos o no queremos.
En si somos quienes debemos o quien queremos ser.
Pasan horas de llantos y risas en hombros desconocidos.
Ocurren miles de maravillas al día, demasiadas como para no apreciarlas.
El mundo es precioso ¿Sabes?

Suceden cambios. Cada milésima de segundo el mundo cambia y parece que el propio mundo no se da cuenta.
Es más, nosotros, seres humanos puestos aquí por casualidad, cambiamos. Y pueden pasar años hasta que nos damos cuenta de que no somos los mismos.

Yo ya no soy la misma, y espero no serlo dentro de un tiempo (qué aburrimiento sino).
Aquí estoy, la nueva yo, presentando un nuevo proyecto, que espero que sea a gusto de todos... los que les guste.

Gracias pues.
-I-

lunes, 14 de abril de 2014

Sinsaber.

7-4-2014

Los días que tu te vas
son de esos en que el cielo
del alba al ocaso,
no cambia de color.
De esos días mojados,
tristes, nublados...
Días eternos entre el infierno y su hedor.

Sus minutos entre el musgo
que echó  raíces en tu pelo,
y llegándote hasta el cerebro
no te deja ver.

Mis dedos en tu pelo
desean desorientarse
y no encontrar jamás
el camino de vuelta.

Mil piedras podré pisar
pero jamás me harán perder el rumbo
encaminado a mirarte
y adentrar en tu dolor.

Dos mil años podrán pasar
sin que ni un solo segundo
mi cabeza deje de dar vueltas
al "cómo puedo quererte tanto".

Y tres mil lobos podrán aullar
a la luna en sus noches de plenitud,
que nunca acabarán
mis noches en vela. Por ti.

                                                    -Inés-                 

miércoles, 12 de marzo de 2014

Diez años... y un día.

Todavía recuerdo el escalofrío que me recorrió aquel jueves a la hora del telediario. Tan sólo con nueve años... y diez años después lo sigo recordando. Aquella pena, mezclada con miedo... y absoluto terror; pues podía habernos pasado a cualquiera.

Ese día comprendí lo que es la vida, y lo rápido que te la pueden robar.

Me han preguntado al verme llorar que por qué lo hacía, con la frase “si a ti no te afecta” detrás. Es igual, me importa mínimamente que no me afectase directamente, pero como ser humano sentí, y sigo sintiendo ese dolor cada 11 de Marzo. Y si yo lo siento, no puedo ni lejanamente imaginar como se sienten todos aquellos que ese día perdieron algo.

Me considero bastante humana... y de ahí que en un futuro (no demasiado lejano) me vaya a dedicar a lo que me voy a dedicar. A veces siento mucho... demasiado. Ahora mismo, lo que me invade es la insensibilidad, pero ante esta marcada fecha en mi calendario... ayer no pude evitar llorar. Sólo con oír en las noticias un vago recuerdo de aquel día, las lágrimas afloraron empapando mis pupilas.

Que por qué, diréis... Injusticia, nada más que eso. Por todos los inocentes que ese día se desvanecieron. 
Y me quema.



                                                                                                    No se olvida.

¿Conocerme? Atrévete.

Mi foto
Somos lo que el mundo nos deja ser. Soy lo que mi rebelión contra el mundo me hace ser. Soy una sonrisa pegada a una cara. Un sueño inés-perado que me hizo creer en mí. Soy una melodía que suena infinitas veces durante el día. Soy la armonía más desorganizada que pudieses encontrar y la chica cuyos sueños son imposibles, pero sigue soñando pese a todo. Un espíritu luchador que NUNCA, ¿me has oído? NUNCA, se cansa.